Texturas y memorias del pueblo afro (2024)

Cartón Piedra

20 de enero de 2013 - 00:00

Edizon León Castro

Los afroecuatorianos tienen una historia diferente al resto de grupos étnicos y culturales del país. Por un lado, está una memoria de dolor y sufrimiento a través de la experiencia de haber sido arrancados violentamente de África para ser traídos en calidad de esclavos, y por otro lado existe una memoria de lucha, resistencia y sobre todo de aportes a la construcción de esta nación.

Durante los últimos años se ha hablado mucho de la diversidad cultural y hasta cierto punto, se la ha visibilizado, pero no a los sujetos que la componen. La diferencia cultural se ha quedado en la epidermis de la sociedad, donde la diversidad está solo expresada en forma y no en contenido. Empezar a construir una sociedad intercultural, significa empezar a conocer-nos y a respetar-nos en esa diferencia.

Presencia histórica de los afroecuatorianos
Los inicios de la presencia de la población de origen africano en nuestro país tiene dos momentos históricos: el primero hace referencia a los asentamientos en la provincia de Esmeraldas y el segundo a la población del Valle del Chota-Mira (Imbabura y Carchi).

La presencia afroecuatoriana se remonta al año de 1553, donde se registra el naufragio de un navío frente a las costas de Esmeraldas, que transportaba esclavos por una ruta comercial muy frecuente en los tiempos de la trata esclavista de Panamá a Callao (puerto de Lima-Perú).

En la crónica del clérigo Miguel Cabello de Balboa, manifiesta que en este barco se transportaban “diecisiete negros y seis negras”, los mismos que aprovecharon el narufragio para “fugarse” e internarse en la profundidad de la vegetación y, de esa manera, escapar de su condición de esclavitud. Para aquellos tiempos, esta región contaba con poblaciones indígenas como los Niguas, Yumbos, Campaces, Cayapas, Lachas y Malabas, con los cuales se van a establecer tensiones y alianzas. Lo significativo de este hecho histórico es que va a marcar el inicio de la construcción de un territorio libre.
La importancia del primer grupo fue la influencia política sobre otros que se asentaron en dicha región, especialmente, cuando Alonso de Illescas (uno de los líderes cimarrones más importantes) tomaría el liderazgo y conduciría a su gente hacia los caminos de la libertad, lo que constituyó un problema para las autoridades coloniales de la Real Audiencia de Quito, pues era un obstáculo para su proyecto colonial de abrir un camino que partía desde Quito hacia las costas de Esmeradas –el famoso camino de Malbucho-, además del interés por el oro, las esmeraldas y la finura de sus maderas. Esto llevó a las autoridades a realizar varias expediciones militares y religiosas para someter a esta población. Sin embargo, los intentos fracasaron por la gran inventiva y estrategias empleadas por los cimarrones que se establecieron en los palenques: fortalezas estratégicamente ubicadas.

Ante el fracaso de las expediciones decidieron nombrar al líder cimarrón Alonso de Illescas como Gobernador de Esmeraldas, convirtiéndose así en el primer gobernador de origen africano.

La otra historia de la presencia afro en el país hace referencia al Valle del Chota-Mira o Valle Sangriento, Valle del Coangue -son algunos de los nombres con que se conoce a este valle interandino-, que en tiempos coloniales estaba constituido por señoríos y cacicazgos indígenas de la sierra norte.

Los padres jesuitas iniciaron con la concentración de la tierra a partir de donaciones y la compra a través de remates efectuados por el Cabildo y la Real Audiencia (este período durará entre 1610 y 1680). Una vez adquiridas las tierras, la preocupación se trasladó hacia la consecución de la fuerza de trabajo para la producción de la caña de azúcar, que en un primer momento se abasteció con indígenas, forasteros, vagabundos y voluntarios, cuestión que generó más de un descontento y una enérgica resistencia por parte de los indígenas que terminó en rebeliones y fugas. Ante esta situación se empezó a perfilar la posibilidad de importar esclavos de procedencia africana.

Entre el período de 1680 a 1760, la esta escasez de mano de obra se resuelve realizando la importación de cuadrillas de familias de esclavos, que se utilizará preferentemente en las faenas agrícolas de la hacienda cañera. Esta importación de esclavos no solo estuvo destinada a los trabajos agrícolas en las haciendas, sino que sirvió, también, para tener una mayor liquidez de los Jesuitas. Aquello se logró con la reventa de esclavos en los mercados de la región generando grandes ganancias. A pesar de la expulsión de los jesuitas en el año de 1767, y el traspaso de estas tierras a la Oficina de Temporalidades.
La paradoja de la historia de nuestro país es que para 1822, el Ecuador logra su verdadera independencia de la corona de España. Sin embargo, mientras se proclama la libertad como el valor más alto de estas luchas independentistas, se continuó sosteniendo el sistema de esclavitud hasta el año de 1852, cuando se emitió la ley de la manumisión de esclavos. Ecuador invirtió un gran capital para poder indemnizar a los dueños de los esclavos, mientras que los ex esclavos no recibieron compensación alguna. De esta manera, no tuvieron otra opción que volverse a emplear en las misma haciendas y con los mismos patronos donde habían sido esclavos, por lo que cayeron en otro tipo de esclavitud como fue el concertaje, hasta que un Gobierno militar en 1962 dictó la primera Ley de Reforma Agraria con el fin de modernizar la agricultura, con lo cual pasaron de trabajadores de la hacienda, a propietarios de pequeños lotes (huasipungos) de terreno.

Una mirada a los afroecuatorianos desde las Constituciones
En la Constitución de 1998 por primera vez en la historia republicana (desde 1830), se reconoce al pueblo afroecuatoriano. El mayor aporte en esta Constitución fue, sin duda, la incorporación de 15 derechos colectivos que parten de preocupaciones en torno a la identidad y tradiciones, lo espiritual, cultural, lingüístico, social, político y económico, territorio y posesión ancestral, biodiversidad incluyendo la administración y conservación de los recursos naturales que se hallen en sus tierras.

Para la Constitución de 2008 donde en su primer artículo reconoce que Ecuador es un país plurinacional, intercultural e inclusivo, hace alcances de mayor profundidad, se reafirman los derechos colectivos, se considera al racismo como un delito penal, se plantea la necesidad de que el Estado emprenda acciones afirmativas para la población afroecuatoriana. Todas estas reivindicaciones fueron posibles porque se gestaron en condiciones políticas favorables. Desde la consulta para reformar la Asamblea, se planteó dejar atrás ese modelo político fundamentado en el sistema de la partidocracia con sus respectivos caudillos.

Si bien todo este proceso no fue en los términos en los que se esperaba, permitió a las diferentes organizaciones discutir en su interior para elaborar propuestas basadas en sus demandas, muchas de ellas históricas, como el tema de las reparaciones y racismo.

Las reparaciones empezaron hacer parte de las agendas políticas de las organizaciones a partir de la III Cumbre Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y otras formas de Intolerancia, celebrada por las Naciones Unidas en Durban (Sudáfrica) en agosto del 2012.

De alguna manera, con este nuevo proceso político y con una nueva Carta Magna que garantiza derechos importantes para el pueblo afroecuatoriano, se estaba enfrentando el mayor problema que se heredó desde la Colonia y la esclavitud: el racismo. Los afroecuatorianos por su experiencia de lucha saben que una Constitución por sí sola no les soluciona estos problemas que son estructurales, por lo cual, es importante materializar y hacer realidad todos esos compromisos y enunciados que están en la Constitución. En el pasado, el Estado ha sido incapaz de brindar soluciones estructurales a los problemas de los afroecuatorianos y de otros sectores excluidos y marginados históricamente.

“Entramos negros y salimos afroecuatorianos”
En la Constitución de 1998 se les reconoció como Pueblo Negro o Afroecuatoriano y para 2008, se escribió en la Constitución: Pueblo Afroecuatoriano. Esto, por la demanda de las diferentes organizaciones que querían dejar atrás el término de “negro” porque consideran que tiene una carga peyorativa muy fuerte asociada a su pasado de esclavitud. Además, el término “negro” es una alusión al color de piel que en los tiempos de la Colonia se convirtió en una categoría que definía racialmente a una población. Por ello, se escucha menos la expresión de raza negra entre la gente.


Es innegable que durante la última década han bajado los niveles de racismo y, curiosamente, uno de los factores que ayudó en este proceso fue la clasificación de nuestra selección de fútbol por primera vez a un mundial, donde un alto porcentaje del equipo estuvo compuesto por jugadores afroecuatorianos. No menos interesante fue lo que provocó este hecho, que visibilizó la dura realidad socio-económica en que viven: la falta de ciertos servicios básicos, la poca infraestructura de calidad educativa y cultural.

Una autodenominación única aún no tiene un consenso en la población afroecuatoriana. Algunos continúan nombrándose “negros”, de manera especial en las comunidades rurales, mientras que en las ciudades y, sobre todo, desde las organizaciones sociales, es más frecuente el término de afroecuatoriano o afrodescendientes. Este último término se adoptó en las Naciones Unidas

Una de las maneras de ejercer el racismo ha sido a través del lenguaje: negros, morenos, morochos, mulatos, zambos, que son palabras con las que se tejen los significados negativos para construir estereotipos que sostienen el racismo. “Siempre el amo en la hacienda y luego la sociedad racista nos han nombrado como ellos querían, ahora les decimos que tenemos el derecho de autonombrarnos, que queremos que nos llamen como nosotros queremos que nos llamen: afroecuatorianos…”, son palabras de una lidereza de una organización de Quito.

Para las organizaciones fue un logro político e histórico el haber eliminado en la constitución la palabra “Pueblo Negro”. Por ello, manifestaron que a este proceso entraron como negros y salieron afroecuatorianos.

El racismo, como su palabra lo indica, es un proceso que considera la existencia de razas y, dentro de ellas, unas superiores y otras inferiores, y por lo tanto, quienes se asumen superiores tienen el deber (incluso se llegó a argumentar que era un deber divino) de dominar a las “razas” inferiores. Hay toda una lucha por tratar de eliminar esta categoría y reemplazarla por etnia, la misma que estaría configurada por rasgos culturales y territoriales comunes, y dejar de lado la concepción biológica de raza.

Invisibilidad estadística para afroecuatorianos
Recién en 2000 se comenzó a obtener estadísticas oficiales donde se incorpora la categoría étnica de autoidentificación. La Medición de Indicadores de la Niñez y los Hogares (EMEDINHO) arrojó los siguientes resultados: el 6% de la población total de 15 años o más de Ecuador se identificó como afroecuatoriano, el 5,7% indígena, un 72,4% mestizo y un 15,4% blanco. Este fue el antecedente, junto con la Constitución de 1998, para que en el 2011, el Censo de Población y Vivienda incorpore la categoría étnica de autoidentificación.

Esto demuestra que antes de este censo no existían cifras oficiales sobre la población afroecuatoriana, estadísticamente no existían; es lo que se denominó como invisibilidad estadística. Esto fue de gran importancia pues los censos, además de no arrojar información sobre el número de la población de afroecuatorianos, no permitían la implementación, el diseño, la evaluación y el seguimiento a políticas públicas de desarrollo social focalizadas. De esta manera, quedaban relegadas comunidades enteras y poco atendidas en sus demandas.

En aquel primer censo se involucró por primera vez a las organizaciones para conversar sobre los términos de las preguntas de autodefinición étnica que debían ir en este proceso. Es importante mencionar que esta visibilización estadística, fue resultado de las demandas y exigencias políticas de las organizaciones. Se consideró que las estadísticas podían constituirse en una herramienta muy eficaz para combatir el racimo. Luego de varias negociaciones el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), se decidió casi unilateralmente, que las categorías debían ser: blanco, mestizo, negro, mulato, indígenas y otras. Los resultados arrojados fueron: 2,3% negros y 2,7% mulatos.

Otro dato curioso sobre este censo fue que la mayoría de los autoidentificados como “negros”, se ubicaron en las ciudades con 65,8%, frente al 34,2% en la zona rural. La primera lectura es que en la ciudad hay mayor presencia de afroecuatorianos que en el campo. Si bien no existían datos oficiales estadísticos de censos, esta realidad era inversa hasta la década de los noventa, cuando se inician procesos de agresiva migración a la ciudad. Dentro de la categoría de “mulatos” se reflejaron cifras similares, el 71% en la zona urbana frente al 29% en el sector rural.

El censo generó confusión, pues algunas personas se autoidentificaron de la siguiente manera: “yo soy negro, no afroecuatoriano”, comentaba un adulto mayor de 70 años de la comunidad de Piquiucho en el Valle del Chota.

Para el censo de 2010, se unifican las categorías censales de negro y mulato, que determinaba una representación de la identificación identitaria desde lo racial y se adopta la categoría de afroecuatoriano que tiene una connotación étnica. Es decir, se reemplaza lo racial por lo cultural.

Pero dentro de este censo no solo se cambia la categoría censal, sino que permite realizar campañas para promocionar la autodenominación. Aquello generó un proceso en el cual la gente sintió la necesidad de reafirmar su condición étnica-cultural. Es decir, vivir y sentir la diferencia, no desde la discriminación, sino desde el respeto y del diálogo.
Para este censo los afroecuatorianos alcanzan el 7%, lo que significaba un aumento de 2 puntos con respecto al censo anterior, lo que se atribuye a la campaña promocional.

La interculturalidad vista desde los afroecuatorianos
Todos estos análisis y reflexiones tienen que llevarnos a plantear modelos de convivencia armónicos y de respeto, donde celebremos la diferencia y la diversidad. La interculturalidad es una propuesta política a la que se adscribe el pueblo afroecuatoriano. La Constitución de 2008 ya define al país como plurinacional e intercultural. La diferencia siempre ha existido, pero sirvió para crear desigualdad, esto como un resultado de un sistema colonial. Ahora se plantea reafirmar la diferencia para crear igualdad y equidad, apuntando a procesos de decolonialidad. Es decir, romper definitivamente con la herencia colonial con la que se constituyó el Estado-nación.

Los países, cuando asumen con seriedad esta diferencia, se enriquecen cultural y socialmente, porque aquello permite repensarse desde los diferentes aportes de los pueblos. Hay que seguir soñando en un mundo donde quepan muchos mundos, como plantean los zapatistas.

De regreso a “casa”
A este proceso histórico de la diáspora con frecuencia se lo mira solo de una vía: de África a América y muy poco en doble vía. Brevemente se habla y se ha escrito de lo que África debe a su diáspora. Siempre se creyó que este viaje trasatlántico no tenía retorno, pero desde los tiempos de la Colonia, y mucho antes de que terminase la esclavitud, se vivió el retorno físico y espiritual de los afroamericanos a sus tierras ancestrales, la historia da cuenta de algunas familias que lograron retornar a su África natal. La película Libertad del director Steven Spielberg, cuenta la historia de un grupo de africanos que enfrentó un juicio en las cortes coloniales de los Estados Unidos y lo ganaron, a pesar de que la corte falló a su favor, dándoles la libertad y con ello la posibilidad de quedarse; su decisión fue retornar a sus tierras.

África en las Américas y las Américas en África
Reza un refrán ecuatoriano que el que no tiene de mandinga tiene de inga, como una forma de evidenciar nuestras raíces (hispanas, indígenas y afroamericanas), que las llevamos impregnadas tanto en nuestras historias individuales como colectivas. Pero la presencia africana en las Américas no debe reducirse a una visión de pasado, hay que vivir esa experiencia con una mirada crítica y constructiva en este presente. Tener de mandinga es tener una ancestralidad africana, pero esa herencia ha sido estereotipada de manera negativa, que muchos han preferido negar esas raíces, seguramente porque conocemos muy poco la historia africana en nuestra América multicolor.

La presencia africana en este continente es fruto de ese proceso que llamamos diáspora, que simplificando podríamos decir que fue todo ese tráfico y comercio de seres humanos en condiciones infrahumanas. Si bien no hay un número exacto de las personas que fueron sacadas de suelo africano, algunas cifras estiman que cerca 50 millones de africanos fueron transplantados a América, donde cerca del 60% no terminó la travesía trasatlántica.

Los que sobrevivieron lo hicieron gracias a su original concepción de la vida en sus nexos con los ancestros, con quienes establecieron el compromiso de preservar y enriquecer la vida, a pesar, de que es la muerte la que los liga con sus antepasados. Por supuesto, hubo suicidios entre la población africana, unos porque preferían morir a vivir sometidos, otros porque sentían que con la muerte regresaban al lugar de donde fueron arrancados para juntarse con su familia y con su tierra.

Pero la diáspora es mucho más que cifras y migración forzada, la diáspora es el relato de cómo esas semillas fueron plantadas en este suelo americano, su proceso de germinación y crecimiento. La diáspora da cuenta de la historia de sus resistencias y luchas, de sus procesos de re-creación cultural, de sus mimetismos y apropiaciones culturales, de su constante renovación de valores africanos con sabor americano en distintos aspectos como la filosofía, las distintas manifestaciones artísticas: danza, canto, baile, gastronomía, pero sobre todo es una historia de re-invención y resurgimiento de una cultura nueva creada con la vieja arcilla de la africanidad.

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