UNIDAD 1.- EL ANTIGUO RÉGIMEN (2024)

TEMA 1.-EL ANTIGUO RÉGIMEN.

  1. CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL ANTIGUO RÉGIMEN.

El término Antiguo Régimen designa a todos los elementos característicos de las sociedades europeas anteriores a la Revolución Francesa y cuya transformación se operó en el transcurso del siglo XIX.

El Antiguo Régimen se caracteriza por un sistema económico predominantemente agrario, en el que una parte importante de la posesión de la tierra era de origen feudal; la producción manufacturera estaba en manos de los gremios; la sociedad se dividía en estamentos, la nobleza, el clero y el Tercer Estado; y el gobierno en la mayoría de los países era la monarquía absoluta.

  • LA ECONOMÍA ARCAICA
    • El sector agrario.

La economía del Antiguo Régimen era básicamente una economía agraria puesto que el 80% de la población se dedicaba al sector primario, es decir, vivía en y del campo. Sin embargo la agricultura era escasamente productiva debido fundamentalmente al atraso tecnológico, la estrecha dependencia de los fenómenos naturales (sequías, inundaciones, heladas y plagas) y el predominio de la propiedad señorial de la tierra, parte de la cual quedaba sin cultivar.

No obstante, desde el siglo XVII se estaba desarrollando cierta modernización de las explotaciones agrícolas, sobre todo en los Países Bajos, norte de Francia y sur de Inglaterra. En el resto del continente, sin embargo, se mantenían los dos sistemas de explotaciones agrícolas: el primero, los campos abiertos u openfields, grandes extensiones de terreno sin vallado, de propiedad individual o colectiva y dedicados fundamentalmente al cultivo de cereales. Este tipo de explotación predominaba en casi toda Europa, sobre todo sur y este; y el segundo, los cercamientos o bocage, parcelas pequeñas delimitadas por vallas o setos con cultivos diversificados. Este tipo de explotación era típica de la Europa atlántica (islas británicas y norte de Francia).

En toda Europa existían tierras de propiedad comunal, de las que se beneficiaban todos los habitantes de las aldeas o villas y que solían ser zonas de bosques y pastos para el ganado. Sin embargo la gran mayoría de la propiedad de la tierra era de los señores feudales y recibían el nombre de señorío, pudiendo estos ser de dos tipos: el señorío territorial, donde el señor poseía la propiedad de la tierra y los campesinos pagaban al señor unas rentas por la explotación de sus parcelas; y el señorío jurisdiccional, donde el señor ejercía la justicia, nombraba cargos o recibía impuestos por los monopolios señoriales (horno, molino, bodega, pasos, etc.) de un territorio. Ambas formas de dominio se dieron con frecuencia de manera simultánea.

El limitado desarrollo de la ganadería no permitía la producción de carne y leche para alimentar a la población, cuya dieta se componía sobre todo de cereales. Este hecho, unido a las cada vez mayores cargas impositivas que sufrían los campesinos, hacían sus condiciones cada vez más duras lo que favoreció el desarrollo de protestas campesinas.

    • La industria manufacturera

La industria del Antiguo Régimen era una industria manufacturera y se situaba básicamente en las ciudades. La industria estaba dominada por los gremios, asociaciones de origen medieval que controlaban en régimen de monopolio toda la producción artesanal. El mantenimiento de los gremios suponía un importante obstáculo al desarrollo de la industria. Esta se seguía desarrollando en pequeños talleres con pocos operarios que realizaban todas las tareas del proceso de producción, desde la recepción de materias primas hasta la venta final del producto manufacturado.

Sin embargo desde el siglo XVII aparece una nuevo sistema conocido como “Domestic System”, un sistema descentralizado y flexible, donde el artesano proporciona materias primas y herramientas al campesinado para la elaboración de productos manufacturados, siempre en función de la demanda.

También surge durante el siglo XVII lo que Pollard llamó “Protofábrica”, haciendo referencia a las actividades centralizadas en unidades mayores a cargo del Estado, como fueron los Astilleros Reales y las Manufacturas Reales en Francia. Sin embargo en ellas no hubo innovación tecnológica ni se usaron máquinas, por lo que su éxito fu escaso excepto en ciertos productos de lujo como los tapices.

Se observa que paulatinamente el sector secundario empieza a vivir una renovación y un desarrollo que marcará la senda para la futura revolución industrial del siglo XVIII.

    • El comercio

El comercio fue el sector económico que más desarrollo alcanzó a lo largo de la Edad Moderna, especialmente el internacional. Este hecho se debió al desarrollo de la expansión colonial y al aumento de la demanda. Este comercio se estableció a través de monopolios de comercio controlados por grandes compañías privilegiadas, patrocinadas por los Gobiernos. Entre ellas destacamos la Compañía de las Indias Orientales.

Por otro lado el comercio interior vivía un periodo de escaso desarrollo centrado en el comercio local y comarcal. Únicamente las ferias eran centros de intercambios nacionales o internacionales, aunque estas fueron en decadencia en la segunda mitad del siglo XVII y fueron sustituidas por lonjas o centros de contratación.

  • LA SOCIEDAD ESTAMENTAL

La sociedad del siglo XVIII tendía a ser “aristocrática”, es decir, los componentes de la aristocracia de nacimiento, riqueza o estatus legal ejercían una enorme influencia sobre la vida de los demás (el estado llano), bien como gobernantes, magistrados o terratenientes, monopolizando los altos cargos del Ejército, la Iglesia o el Estado.

La sociedad del Antiguo Régimen se componía de tres “órdenes” o estamentos: clero, nobleza y Tercer Estado. Cada uno de estos estamentos se diferenciaba de los otros por tener un código de leyes propias que les concedían unos PRIVILEGIOS (alto clero y nobleza) y unos DERECHOS Y DEBERES (Tercer Estado). Por lo tanto la primera característica será la desigualdad social, basada en la permanencia de estos rasgos sociales a través de la herencia y la tradición.

Además, los estamentos privilegiados son grupos sociales cerrados, en los que no se deja entrar a nadie que no acredite su nobleza heredada (“honor”) u otorgada por el rey (“mérito”). Además, el espíritu conservador de la nobleza y el alto clero se mantiene gracias a una serie de “vínculos” jurídicos o legales (derechos señoriales), político-sociales (monopolio de altos cargos) o económicos (vinculación de propiedades agrarias).

Dentro del Estado Llano también diferenciamos distintos grupos, por un lado el campesinado, vinculado a la tierra y por lo tanto dependiente de las relaciones señoriales, por lo que se explica su carácter conservador hasta mediados del siglo XVIII. Y por otro lado, la burguesía urbana que mantiene una actitud doble: conservar los privilegios que tiene desde la Baja Edad Media e incluso aumentarlos mediante matrimonios con la nobleza y buscar la ampliaciones de sus poderes políticos y sociales.

En definitiva, la sociedad del Antiguo Régimen es una sociedad cerrada marcada por el privilegio y la desigualdad. Estos privilegios y desigualdades, sobre todo económicos y políticos, pondrán de manifiesto las contradicciones entre la nueva realidad económica y política, de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, y la deficiente estructura social, dando lugar a profundos cambios dominados por un nuevo enfoque ideológico: el liberalismo.

  • EL ABSOLUTISMO POLÍTICO

El eje central del sistema político del Antiguo Régimen era la monarquía absoluta de derecho divino. El monarca poseía un poder absoluto al concentrar todos los poderes en su persona. Gobernaba el reino y dirigía la política exterior, dictaba las leyes y administraba justicia o nombraba a los magistrados que la ejercían en su nombre.

El monarca absoluto no se sometía a ningún tipo de control ni compartía la soberanía, es decir, el poder, con nadie. Era la encarnación del Estado y todos sus habitantes, sus súbditos, estaban sometidos a él. Este derecho se justificaba por el origen divino de su poder, ya que recibía esa autoridad de Dios y la ejercía en su nombre.

Para poder ejercer su autoridad, los monarcas eran asistidos y asesorados por Consejos, ministros y secretarios. Un gran número de funcionarios se encargaban de administrar el reino, recaudar impuestos y hacer cumplir las órdenes reales.

Sin embargo, en la práctica, ese absolutismo estaba limitado por el poder que mantenían la Iglesia y la nobleza, que se negaba a contribuir las cargas del Estado, y por el peso de los poderes locales y de las oligarquías urbanas. La autoridad del rey era absoluta, pero su capacidad para imponerla estaba limitada.

A lo largo del siglo XVIII, el Estado absolutista conoció transformaciones en su funcionamiento, aunque estos cambios no afectaron a la estructura fundamental del poder absoluto. El sistema político instaurado por esa monarquía reformada ha sido conocida como despotismo ilustrado. En este nuevo sistema el monarca, sometido a la ley y subordinado a la utilidad social, dejaría de ser el propietario del reino para convertirse en el primer servidor de la comunidad nacional. Así pues el absolutismo, al “ilustrarse”, intentaba, con mayor o menor acierto, reforzar el poder del Estado sin cambio alguno en los fundamentos sociales.

  1. LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA BRITÁNICA

El proceso de concentración del poder en manos de los monarcas europeos tuvo un adversario institucional en los parlamentos (Cortes, Parlamentos, Estados Generales, etc.) donde el rey y los tres estamentos se reunían para tomar algunas decisiones importantes, sobre todo en temas de finanzas y política exterior. En aquellos países donde los reyes fueron conquistando cotas de poder hasta convertirse en monarcas absolutos, los parlamentos cada vez fueron menos utilizados hasta quedar con un papel testimonial, pese a los intentos de la nobleza de revitalizarlos para limitar el poder real y defender sus intereses.

Un caso excepcional fue Gran Bretaña, donde el poder real estaba limitado por el Parlamento desde la Edad Media. Pero en el siglo XVII los Estuardo intentaron consolidar su poder y legislaron sin convocarlo; por otra parte, impusieron la religión católica en un estado mayoritariamente protestante, factor que contribuyó al aumento del descontento entre los súbditos. La tensa situación provocó la Revolución de 1649. El rey Carlos I fue juzgado y condenado a muerte, acusado de tiranía. A continuación se proclamó una república, dirigida por Oliver Cromwell, quien gobernó de manera despótica; así, tras un periodo de crueles enfrentamientos, se restauró la monarquía en la figura de Carlos II Estuardo. Los parlamentarios votaron el Habeas Corpus en 1667, una institución que prohibía al rey detener a sus súbditos de manera arbitraria y que garantizaba las libertades individuales. Pese a ello, su hijo, Jacobo II, intentó una vez más controlar el Parlamento y legislar sin su consenso. En 1688 se produjo otra revolución –conocida como La Gloriosa-, que destronó al rey y le obligó a partir al exilio. Los parlamentarios escogieron como nuevo monarca a Guillermo de Orange al que obligaron a jurar el Bill of Rights (1689), una declaración de derechos en la que el Parlamento ejercía control sobre el rey. De este modo se consolidó el modelo político de la monarquía parlamentaria, en la cual se garantizaba la separación de poderes.

  1. LA ILUSTRACIÓN

Como hemos visto los europeos del siglo XVIII formaban parte de una sociedad rural, agraria, jerárquica y tradicional; sin embargo, en ese contexto se fueron produciendo cambios económicos y sociales: la Administración y el Estado crecieron y se hicieron más eficaces y, a la vez, el comercio, la industria y las ciudades se desarrollaron.

Durante el siglo XVIII, también se produjo un notable avance técnico y científico impulsado por grupos de pensadores y escritores. Estos eran minoritarios pero muy influyentes y recibieron el nombre de ILUSTRADOS, por lo que sus innovadoras ideas reciben, en conjunto, el nombre de pensamiento ilustrado o ILUSTRACIÓN.

Los principales rasgos que caracterizaron al pensamiento ilustrado fueron los siguientes:

  • Desarrollaron una visión crítica de la sociedad promoviendo profundos cambios, aunque discrepaban en el modo en que estos debían de llevarse a cabo.
  • Creían que el único motor de los cambios debía ser la razón humana, pues esta podía, por sí misma, resolver todos los problemas económicos y políticos existentes.
  • Rechazaban la revelación divina y la tradición como fuente fundamental de conocimiento y autoridad porque las consideraban signos de atraso, superstición y oscurantismo opuestos a la “luz” de la razón. Por ello era frecuente que atacasen las costumbres e instituciones tradicionales, las rígidas jerarquías sociales y los obstáculos para el desarrollo del comercio y la industria.
  • Para los pensadores ilustrados, toda realidad podía perfeccionarse de manera racional; la historia de la humanidad era la historia del progreso humano, que hacía a las sociedades cada vez mejores.
  • El progreso, para hacerse efectivo, necesitaba de la libertad individual. La base del sistema social era que los seres humanos nacían libres e iguales en derechos y su objetivo debía ser la búsqueda de la propia felicidad.

Dentro de los pensadores ilustrados más influyentes contamos con los pensadores británicos del siglo XVII como Thomas Hobbes o John Locke, y los pensadores franceses del siglo XVIII Voltaire, Diderot y D´Alambert cuya obra principal fue La Enciclopedia, obra maestra del movimiento ilustrado. En materia económica la ilustración también dejó su huella a través de la Fisiocracia, cuyos máximos representantes serán Quesnay y Turgot, que sirvieron de base para el liberalismo económico “clásico” de Adam Smith y David Ricardo.

Debemos destacar el pensamiento de dos grandes autores ilustrados. El primero de ellos será Montesquieu (1689-1755) quien en su obra “El espíritu de las leyes” propuso la división de poderes del Estado (ejecutivo, legislativo y judicial) como garantía contra el poder despótico de los reyes. El segundo de ellos será Rousseau (1712-1778) quien en su obra “El Contrato Social” propone un pacto entre los individuos que componen la comunidad, hombres libres que ceden su soberanía a un poder superior obligado a gobernar buscando el bien común, la voluntad general. Se trata de una temprana formulación del principio de la soberanía nacional. Para Rousseau, la libertad estaba unida a la igualdad, un precedente de las ideas democráticas del siglo posterior.

  1. EL LIBERALISMO
    • Introducción.

El período enmarcado entre 1789 y 1848 se denomina en historiografía como “el ciclo de las revoluciones burguesas”, cuyo elemento catalizador es el liberalismo.

Según Droz, dicho período está marcado por el conflicto continuo entre las antiguas clases dirigentes, ligadas al Antiguo Régimen, y las nuevas fuerzas sociales, ligadas al desarrollo industrial, que enarbolan la bandera del liberalismo como medio para obtener sus fines sociales, políticos y económicos. Así pues el movimiento liberal durante este período adquiere un carácter revolucionario y subversivo, en cuanto se convierte en bandera reivindicativa frente a las fuerzas del Antiguo Régimen.

El movimiento liberal debe ser estudiado desde dos enfoques distintos: el primero ideológico, en base a las ideas liberales que se plasmarán en el liberalismo político y económico; y el segundo sociológico, donde se deben tener en cuenta las bases sociales del liberalismo, que es la expresión de los intereses de la burguesía. Por último decir que ambos enfoques no son contradictorios sino complementarios.

    • La ideología liberal.

El liberalismo puede ser definido como el producto de la sistematización y la cohesión del fondo común de la Ilustración del siglo XVIII. Así pues, podemos decir que es un todo unitario que entraña una nueva concepción del mundo, cuyo objetivo final es logar una mayor libertad entre los individuos, es decir, un nuevo modo de vida basado en el individualismo.

Sobre el liberalismo doctrinario podemos destacar tres características básicas: la primera, el individualismo, donde el individuo está por encima de la razón de Estado, de los intereses de grupo y de las exigencias de la colectividad. Esta idea no está reñida con la idea de sociedad o grupo social, puesto que estos se constituían en virtud del deseo de satisfacer las necesidades del individuo, que encontraba útil entablar relaciones con otros individuos a través de grupos sociales o políticos; la segunda, los derechos humanos innatos que irán plasmados en las diferentes declaraciones y se dividen en diferentes grupos: libertad individual, seguridad, igualdad y propiedad; la tercera, la filosofía del progreso que se trata de una filosofía de la historia basada en la idea de progreso, donde la historia está hecha por individuos, no por grupos sociales. En esta idea el papel del Estado será el de no intervenir (laisse faire, laisse passer) actuando únicamente como garante de las reglas del juego, es decir, vigilar que nadie vulnere las reglas, que a su vez han sido dictadas por los elementos de la sociedad que son quienes van a sufrir las consecuencias de los límites de dichas reglas.

Del fondo común del liberalismo doctrinario se plasman dos idearios fundamentales: el liberalismo político y el económico.

A) LIBERALISMO POLÍTICO.

Las principales características del liberalismo político son las siguientes: primera, la Misión del Estado que será la de garantizar el libre desarrollo de la sociedad civil sin intervenir en ella. Adan Smith le atribuirá tres grandes funciones: acometer obras públicas que no hayan sido acometidas por la iniciativa privada; garantizar el orden público; garantizar la defensa frente a posibles agresiones exteriores; la segunda será el Imperio de la Ley, donde la ley es el soberano del liberalismo, pues es la expresión positiva de los derechos naturales. Las diferentes leyes se enmarcan dentro de las Constituciones que garantizan la igualdad y libertad ante la ley; la tercera, la División de Poderes donde el objetivo es evitar la tiranía por parte de ningún poder. Los poderes se reparten en: Legislativo; hacer las leyes (Cámaras), Ejecutivo; ejecutar las leyes (Gobierno), Judicial; hacer cumplir las leyes (Justicia). Para terminar decir que la Constitución es el marco jurídico que configura el modelo de Estado y el ordenamiento social; y por último, Derechos y Libertades fundamentales que están garantizados jurídicamente por la ley.

B) LIBERALISMO ECONÓMICO.

Sus máximos exponentes son Adan Smith y David Ricardo, teniendo un importante precedente en las ideas desarrolladas por la Fisiocracia. Las características principales del liberalismo económico son las siguientes: la primera, el mercado está regulado por la ley de la oferta y la demanda, sin ningún obstáculo al desarrollo económico; la segunda, la ley de la oferta y la demanda también se aplica al mercado de trabajo, regulado a través del contrato laboral; y la tercera, el Estado no interviene en economía, simplemente es garante y defensor de la libertad económica individual.

    • La sociología liberal.

Esta visión es relativamente reciente y reacciona contra el idealismo de la interpretación precedente. Esta visión defiende que el liberalismo no es sólo una filosofía, sino también la expresión de los intereses de la burguesía como clase social. Para ello se basa en dos supuestos: uno geográfico, pues en las zonas donde hay una burguesía fuerte y desarrollada se produce un desarrollo importante del ideario liberal; y otro sociológico, que dice que en zonas donde hay un mayor desarrollo del ideario liberal existe una burguesía fuerte y desarrollada.

Podemos decir que existe una estrecha concordancia entre las aplicaciones de la doctrina liberal y los intereses vitales de la burguesía. Pues cuando la burguesía toma el poder mediante la revolución intenta conservarlo evitando la vuelta a la democracia y el ascenso de las capas populares, mediante la reserva del poder político a través del censo (sufragio censitario) y del control del acceso a las funciones públicas y administrativas.

Así pues, el liberalismo es la doctrina de la sociedad burguesa que impone sus intereses y tiende a mantener la desigualdad social. En definitiva podemos hablar de las dos caras del liberalismo, es decir, unión entre la visión idealista y la sociológica, que ayudan a comprender la ambigüedad que hace que el liberalismo pueda ser revolucionario y conservador al mismo tiempo. Revolucionario, pues rompe con el Antiguo Régimen y se hace con el poder, pero a la vez conservador, pues lo reserva para una élite. Podemos decir que la burguesía opta por una vía intermedia, que rechaza al Antiguo Régimen pero evita la llegada de una democracia integral, pues soberanía nacional no es igual que soberanía popular, ni liberalismo es igual que democracia.

    • Resultados del liberalismo.

Las consecuencias del liberalismo se enfocan en dos grandes bloques: el primero, las implantaciones de Regímenes políticos liberales que se definen por las siguientes características: una es los regímenes dominados por la burguesía y que se desarrollan en torno a la monarquía constitucional, la división de poderes y los derechos del ciudadano, para lo cual se confecciona un ordenamiento penal encargado de la seguridad y el orden público; otra son las economías liberales, aunque se diferencias en dos grupos: las librecambistas y las proteccionistas; y última la formación de Estados agresivos dando lugar a la aparición de los grandes imperios, lo que a su vez influirá en la reputación de los grandes militares que cada vez tendrán mayor protagonismo en la política interna de los diferentes Estados.

El segundo bloque será la nueva Sociedad que se define porque la desigualdad social estará en base al poder económico. En esta sociedad destacamos dos grupos sociales: por un lado, la Burguesía que domina la sociedad, existiendo diferentes vías de ascenso social (ejército, arte, estudios y sobre todo negocios). Dentro de la burguesía destacamos distintos grupos: la alta burguesía, formada por la alianza entre la aristocracia del Antiguo Régimen y las clases poderosas burguesas; la baja burguesía que tiene tendencia a las ideas democráticas; y por último las clases medias donde se insertan las profesiones liberales.

Por otro lado la Clase Obrera que se trata de una clase social muy heterogénea, cuyo lazo común más importante es que viven todos de un salario. El desarrollo industrial endurecerá las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera, lo cual provocará la aparición del asociacionismo y la protesta obrera. Estos, cada vez más organizados y fuertes, llevarán a las clases burguesas a aumentar las políticas sociales.

  1. LAS RELACIONES INTERNACIONALES EN EL SIGLO XVIII.

El siglo XVIII comenzó con la guerra de Sucesión española cuya finalización fue la firma de los Tratados de Utrech-Rastad (1713-1714), que tuvieron importantes consecuencias en el plano internacional.

Francia perdió su supremacía en el continente europeo y España, tras la pérdida de posesiones en Centroeuropa e Italia, pasó a ser potencia de segundo orden. Los tratados establecieron el sistema de equilibrio continental, cuyo principal objetivo fue evitar que ningún país alcanzara en Europa la hegemonía sobre los demás.

A pesar de este equilibrio de poder en el continente, el siglo XVIII fue un siglo de preponderancia británica, basada en su supremacía marítima, que fue disputada por otras tres potencias europeas: Francia, que luchaba por recuperar su hegemonía; Austria, con intereses en el este y oeste de Europa; y España, que trataba de recuperar lo perdido en Utrech. A estas potencias hay que sumar otras que adquirieron protagonismo en este siglo: Rusia, que defendía su influencia en el este; y Prusia, potencia militar emergente. Otros Estados perdieron peso en Europa: Provincia Unidas, Imperio Turco, Portugal, Piamonte y Polonia.

La diplomacia adquirió un papel destacado en el siglo XVIII, con embajadores de origen noble, diplomáticos bien formados, correspondencia secreta y delegaciones permanentes en otros Estados. Fue común la doble diplomacia, la oficial y la secreta, puesto que la política exterior pertenecía exclusivamente a los monarcas absolutos y, por ende, a sus círculos de confianza, excepto Gran Bretaña donde el Parlamento tenía atribuciones a este respecto.

El siglo XVIII fue una época de guerras y conflictos internacionales casi continuos, por lo que los efectivos de los ejércitos aumentaron y se realizaron algunas mejoras, que aumentaron la capacidad destructiva de los ejércitos.

El conflicto más importante fue la Guerra de los Siete Años (1756-1763) que enfrentó a Francia, y su aliada España a través de los pactos familiares, Austria y Rusia contra Prusia, aliada de Gran Bretaña. Fue la guerra más violenta del siglo e involucró a Europa, América, la India y las costas de África. El final del conflicto no modificó el “status quo” en Europa, únicamente Rusia aumentó sus posesiones, pero en el ámbito colonial supuso el inicio del dominio británico en Asia y América, sobre todo en esta donde se puso la semilla del futuro proceso de independencia norteamericano.

Uno de los efectos del conflicto anterior fue la alteración del equilibrio europeo en el este. Polonia fue repartida entre Prusia, Rusia y Austria en 1772 (primer reparto) y de forma definitiva entre 1793 y 1795 (segundo y tercer reparto).

El balance de este siglo de guerras, paces y alianzas fue que se mantuvo el sistema de equilibrio europeo y ninguna potencia se impuso a las demás.

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