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Banquetes, reuniones, bodas, cumpleaños, comidas familiares, fiestas, encuentros con los amigos… la lista sería interminable, porque cualquier celebración o acontecimiento especial es apropiado para abrir una botella de buen vino y brindar.
¡Y los brindis! ¿Os habéis dado cuenta de la cantidad de cosas que se pueden decir y desear cuando brindamos?
Si estamos en una reunión «formal», lo típico es decir eso tan socorrido de ¡Salud!, y cuando ya estamos con nuestro grupito de más allegados, seguro, segurísimo, que infinidad de veces recurrimos al también típico «Arriba, abajo, al centro y adentro».
¿A que he acertado?
¡Mira que somos poco originales!
Nos dan una frase hecha, y de por vida es la que utilizamos.
Otro de esos típicos brindis que alguna vez todos hemos escuchado, es éste:
El que bebe se emborracha,
el que se emborracha duerme,
el que duerme no peca,
el que no peca va al Cielo.
Y puesto que al Cielo vamos:
¡¡Bebamos!!
O este otro que dice:
Estiro el brazo,
doblo el codo
y me lo tomo todo.
También hay algunos graciosos y simpáticos, como éste:
Bebamos, comamos y engordemos,
y si nos llaman gordos
hagámonos los sordos.
Y este otro:
Vino, vinillo, sano alimento.
¿Que haces ahí fuera?, vente pa’dentro.
O éste:
Porque cuando Dios llamó a Gabino,
no dijo: Gabino ven, sino ¡venga vino!.
Y otros dos más:
Vino, vinillo, ¿quién es tu madre?
La uva.
¿Traes pasaporte? No.
Pues a la cuba.
Vino de la buena mata,
tú eres vino y yo soy cuero,
cuela por este agujero.
Y uno muy filosófico que dice:
Por ellas.
Por las más bellas.
Por las de culo ancho y cuello estrecho.
Por las que nos brindan sus labios desinteresadamente
aunque estén llenas de telarañas.
Por las que no nos olvidan.
Por ellas.
¿Por las mujeres?
¡No! Por las botellas.
Algunos de nuestros amigos y lectores, nos ha dicho éstos:
Este es un valle,
esto una cuesta,
bebe, … que poco te cuesta.
No creerse que brindar es cosa sencilla,
pero como tengo buena compañía y una buena silla,
beberemos y disfrutaremos por un día. Salud.
Aguas de las verdes matas,
tú me tiras y me matas.
Me haces andar a gatas,
Con los calzones entre las patas.
Alzo el brazo,
inclino el codo,
aprieto el culo
y me lo bebo todo. ¡¡¡Salud!!!
Licor bendito, dulce tormento,
¿qué haces afuera?
Cholito sampate, ¡adentro!
Hay vinín, vinín, viniste
hijo de una cepa tuerta,
tu quieres entrar
y yo te abro la puerta.
Cuando no nos conocíamos, bebíamos.
Ahora que nos conocemos, bebemos.
Bebamos hasta que no nos conozcamos.
En el cielo las estrellas,
y los peces en el mar,
no hay placer tan grande en esta vida
que beber sin pagar.
Vino que de la tierra vino,
vino de la verde mata,
que al hombre de más valor,
lo hace andar a gatas.
Si Dios con su gran bondad,
aquí bebiendo nos tiene,
será porque nos conviene.
¡Hágase su voluntad!
– ¿Bebió nuestro padre Adán
– ¡Bebió!
– ¿Y nuestra madre Eva?
– ¡Borracha perdida era!
– … E puesto que filius sumus
e por semper seamus…
¡Bebamus!, ¡bebamus!, ¡bebamus!
Por ellas,
por las mamás de ellas,
que las hicieron tan bellas,
para casarnos con ellas.
Por ellos,
por las mamás de ellos,
que los hicieron tan bellos,
para casarnos con ellos.
Vino que del cielo vino,
y con cara de buen mozo.
– Niño, ¿tú que has hecho?
– Yo nada.
– ¡Pues al calabozo!
Tumbaste a mi padre y también a mi abuelo,
y yo voy a luchar contigo, aunque me tires al suelo.
Brindo, porque brindar es preciso.
No por lo mucho que me quiso,
sino por lo pendejo que me hizo.
Sangre de Cristo,
hace tiempo no te he visto.
Ahora que te veo,
¡te meto un meneo!
De tu madre que fue la cepa,
tú te criaste colgado,
y te sacaron en burro,
por no haber camino de carro.
¡Cuántas injurias te hicieron!
¡Cuánto te maltrataron!
Lo primero te pisaron,
te metieron en tinajas,
para luego ser prensado en una prensa de hierro.
Más tarde fuiste vendido a manos de un pregonero.
Ven a morir a mis labios, que yo, te pago el entierro.
Brindo por estos ratitos nuestros ya vividos,
y qué no hay «narices» a que nos los quite nadie.
Arriba, abajo, y todas las penas al carajo.
Vino divino,
vino sagrado,
cuida mi intestino,
el grueso y el delgado.,
Un gato subió a una parra,
y la parra abajo vino,
y vino sobre nosotros,
y sobre nosotros vino.
- ¿De dónde eres?
- De Villarramiel.
- ¿Vecino?
- De Gibraltar.
- ¿Donde tienes la casa?
- En la plaza.
- ¡Caramba!, junto a mi casa. ¿Y la viña?
- En la cuesta.
- ¡Caramba!, junto a la nuestra. ¿Cómo se llama tu mujer?
- María.
- ¡Caramba!, como la mía. ¿Y tu hermana?
- Ana.
- ¡Caramba!, como mi hermana.
- Y cómo es que siendo de Villarramiel,
vecino de Gibraltar;
Teniendo la casa en la plaza,
¡Caramba! junto a mi casa;
Y la viña en la cuesta,
¡Caramba! junto a la nuestra;
Y llamándose tu mujer María,
¡Caramba! como la mía,
Y tu hermana Ana,
¡Caramba! como mi hermana.
¿Por qué no nos conocíamos? - Porque no bebíamos.
Para que nos conozcamos… - ¡BEBAMOS!
Brindo, porque brindo,
y porque tengo que brindar,
y para que el año que viene,
nos volvamos a encontrar.
¡Qué padre la fiesta!,
¡Qué rico es tomar!,
ya sea vino o cerveza,
lo importante es chupar.
Virgen María,
como sabías que esto quería,
¡Dios mío!,
todo es mío.
SALUD.
Luego, todos estiran el brazo y dicen:
Santo Tomás, ¿no hay más?
Y una simpática «bendición» antes de destapar la botella:
«Señor, bendícenos y bendigamos.
Que no lleguen más de los que estamos.
Y si por alguna razón, Señor, llegasen a haber,
¡Oh!, Señor, tú con tu gran poder,
quítales las ganas de beber.»
Ahora, un brindis marinero:
A babor (izquierda), a estribor (derecha),
a proa (arriba), a popa (abajo) . . . y a bodega.
¿Conoces algún otro?
Escríbelo debajo, en el apartado de comentarios, y lo añadimos a la lista.
Así, cuando tengamos que brindar, nuestro repertorio será más amplio y seguro que mucho más divertido.
Y por supuesto y ante todo, muchísimas gracias por colaborar y dejarnos vuestros brindis para que los compartamos.
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