El mito de Cronos (2024)

La mitología nos ayuda con la realidad y los viejos mitos legitiman los fundamentos de la cultura. Los mitos que nos llegan del pasado se forjan también cada día en el presente. Hechos por desgracia cotidianos, nos traen a la memoria mitos ancestrales. Porque, cuando una mujer anciana se calienta con la luz de la llama de una vela y muere entre el frío, la soledad, la obscuridad y el incendio, el dios Cronos Saturno vuelve a devorar a uno de sus hijos. Cuando un solo niño se siente en la pobreza y se avergüenza de su hambre, el dios Cronos insiste en devorar a sus hijos o cuando una familia es desahuciada por orden de un banco, de nuevo Cronos devora a su hijo. Lo mismo ocurre, cuando una mujer africana huyendo, se ahoga intentando alcanzar nuestras costas, en ese preciso instante el dios Cronos reanuda su cruel tarea. Pero es que además de personas, Cronos devora hospitales y universidades, también escuelas.

¿Pero quién es Cronos? En la mitología griega, Cronos es hijo de Urano (el cielo) y de Gea (la tierra) que destronó a su padre y que casado con su hermana Rea, asumió el reino de los dioses, pero conociendo que estaba destinado a ser derrocado por uno de sus hijos decidió devorarlos a todos nada más nacer. Sin embargo su sexto hijo, Zeus escondido por su madre, se salvó y tras abrir el vientre de su padre liberó a sus hermanos y tras una guerra cruel y prolongada consiguieron definitivamente derrotar a Cronos, más conocido como Saturno en la mitología romana.

El mito ha sido reproducido en el arte en numerosas ocasiones, también por Rubens. Pero es sin duda el cuadro de Goya “Saturno devorando a su hijo” el más fascinante y consigue acrecentar aún más la importancia del mito. El lienzo, que es grande, nos muestra a un Saturno descomunal, desnudo, anciano, con largas barbas y cabellos grises, fuera de sí, con la mirada extraviada, de aspecto monstruoso, con grandes extremidades desproporcionadas y devorando a su hijo, el cual muestra su cuerpo iluminado y ensangrentado. Todo en un tenebroso fondo negro.

¿Qué mejor representación del poder inmortal que este Saturno siempre temeroso por un futuro derrocamiento y dispuesto a cometer algunas atrocidades por conservar el poder? ¿Qué podemos pensar cuando algunos de nuestros conciudadanos, cuando más frágiles se muestran en la niñez o en la ancianidad son abandonados a su suerte? ¿Qué pensar del Régimen que lo consiente? ¿Y qué pensar cuando personas desesperadas alcanzan la muerte o la casi encarcelación mientras huyen de la miseria, la dictadura o la guerra? ¿Qué lecciones de esfuerzo y autosuperación nos quieren enseñar los responsables de su abandono?

Saturno sigue vivo y bien vivo, más preocupado por su seguridad y su posición dominante que por ninguna otra cosa salvo su personal entretenimiento. Saturno seguirá devorando ciudadanos que se quedan atrás, ancianos que no pagan pero que trabajaron duro, niños de la “Democracia” que no tuvieron suerte. Todo eso ocurrirá mientras el PIB, para mayor satisfacción y gloria de nuestros gobernantes, alcance por fin valores que harían llorar de emoción a un banquero.

También las universidades, las escuelas y los hospitales públicos están siendo devorados, pero en esta ocasión la pitanza se ingiere a cachitos, más al estilo de Rubens. La falta de recursos solo conduce en cualquier caso a empeorar la formación de nuestros estudiantes, a limitar la producción científica, al desamparo de jóvenes científicos y profesores, al empobrecimiento intelectual, a la pérdida de la calidad de la escuela, a la sobrecarga de los maestros, a retrasos y deterioro de la atención médica, a incesantes presiones por parte de directores de escuela y de hospitales para que se trabaje más y peor a fin de mantener la actividad con menos recursos, al desprestigio de lo público y finalmente a que aumente el negocio privado.

¿Pero quién es este endemoniado Cronos Saturno, me vuelvo a preguntar?

Pues Saturno amigos míos somos todos. Pero es fundamentalmente esa mayoría predominante social y política que se ha ido configurando en los últimos 30 años, una mayoría más nacionalista, más insegura, y que demanda aún más seguridad, que entiende la cultura como algo fuera del pensamiento, devota del entretenimiento, del consumo, individualista, aún postmoderna y temerosa de ese ejército de hombres y mujeres desgraciados que se asoman a sus costas. La misma mayoría que perdona la corrupción, que le da igual un partido corrupto que otro que no lo sea y con miedo, con miedo a ser derrocada.

En el 87 Finkielkraut ya avisó de la derrota del pensamiento. Vivimos en esa derrota y son necesarios esfuerzos e inteligencia para que comenzar a levantarla, para vencer la derrota del humanismo y su cultura. Buena suerte.

El mito de Cronos (2024)
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