Documento sin título (2024)

Taller de conceptos

Las conductas humanas pueden ser justificadas desde el punto de vista moral acudiendo a distintas teorías éticas. Cada una de estas teorías parte de una determinada concepción de lo que es el bien, de lo que es bueno. Desde diversas perspectivas, las diferentes teorías éticas tratan de ofrecer una justificación de las actitudes morales y del carácter moral, ofreciendo también un modelo ideal de moralidad, un ideal de la buena vida, de la vida acorde con los valores morales.

Las éticas más significativas se pueden agrupar en alguno de estos tres modelos:

  • éticas teleológicas
  • éticas deontológicas
  • éticas dialógicas

Éticas teleológicas

Los que defienden este tipo de ética sostienen que la vida humana tiene una finalidad: por ello se llaman “teleológicas”, que quiere decir que se orientan hacia la consecución de un fin. Y este fin es la búsqueda de la felicidad. Todo lo que hacemos los seres humanos tiene una meta, alcanzar la felicidad, pues eso es lo que perseguimos con todos nuestros actos. En consecuencia, la vida buena consiste en hallar los medios adecuados para lograr ese fin, que es nuestro bien máximo. Las normas morales se justifican entonces por su contribución al logro de la felicidad humana: “debo seguir aquel código moral que me ayuda a alcanzar la felicidad”.

Modelos de éticas teleológicas:

La felicidad no significa lo mismo para todos, sino que hay muchas maneras diferentes de entender en qué consiste la felicidad y cuáles son los medios para alcanzarla. Por ello, existen diferentes tipos de éticas teleológicas:

• El eudemonismo

El término “eudemonismo” proviene del griego eudaimonía que significa “ felicidad ”, la cual consiste en el ejercicio, la actividad y la perfección de las capacidades y disposiciones propias del ser humano. Ser feliz, en suma, consiste en autorrealizarse ejercitando las disposiciones con las que estamos dotados.

El creador y representante más significativo del eudemonismo es el filósofo griego del siglo IV a.C. Aristóteles. Para Aristóteles, la actividad más propiamente humana es lo que los griegos llamaban “contemplación” ( teoría) que no es sino el ejercicio de las actividades intelectuales: el pensamiento y la argumentación: el ser humano es un “animal racional” y, por tanto, su felicidad está en el uso de su facultad más propia, la razón.

Pero nuestra vida no se reduce sólo a la contemplación, sino que actuamos constantemente en otras áreas vitales y con otras motivaciones (económicas, deportivas, laborales, sentimentales, etc.): estas actividades también influyen en la felicidad humana y, por ello, es necesario escogerlas y realizarlas con sumo cuidado. La virtud que nos guía en la correcta elección es lo que Aristóteles llamó PRUDENCIA y, según él, consiste en la moderación y elección del “termino medio” rechazando los extremos (el exceso y el defecto o insuficiencia ).

• El hedonismo: El hedonismo mantiene que la felicidad consiste en el placer . Por ello, la máxima moral hedonista se puede resumir en la afirmación: “debes buscar el placer y rechazar el dolor”.Ahora bien, por placer no entienden los hedonistas meramente el placer sensible, sino también y fundamentalmente otro tipo de placeres conectados con la amistad, el uso del intelecto, los sentimientos y la autorrealización del individuo.

El hedonismo aparece como teoría ética en la obra del filósofo griego Epicuro (341- 270 a .C.) y será luego continuada por el filósofo romano Lucrecio (96- 55 a .C.) y desde entonces por diversos pensadores a lo largo de la historia de la filosofía.

  • La ética estoica:
  • El estoicismo, que surge en la antigüedad en Grecia y se desarrolla sobre todo en la Roma imperial, es una de las doctrinas morales más importantes de la historia del pensamiento.

    Para los estoicos el primer imperativo ético es vivir conforme a la naturaleza, lo cual equivale a decir conforme a la razón, pues la naturaleza es racional, es un orden justo.

    Como el orden universal es justo, la aceptación del destino se convierte en la actitud debida. El hombre virtuoso es el que no se rebela contra el destino, el que acepta lo que le pasa porque comprende que estaba determinado a pasar. Todos los seres obedecen necesariamente al destino, unos por la fuerza y otros de buen grado. Allá donde el bueno va voluntariamente, el malo va por la fuerza. "Non pareo Deo sed assentior" (No obedezco a Dios, sino que me adhiero a lo que Él establece), dice Séneca. Ahí radica toda la dignidad y la libertad del hombre: conocer el orden necesario del mundo y ser parte consciente del mismo. Esta es la ventaja del sabio sobre el ignorante, lo que le da el estado de imperturbabilidad, que es el estado de felicidad para los estoicos: que sabe que todo está determinado.

    Ahora bien, estando todo determinado, ¿en qué queda la libertad humana? En conciencia de la necesidad, la cual tiene un rendimiento práctico: la imperturbabilidad.

    Todo obedece necesariamente al destino, como hemos dicho, pero el hombre puede resistirse a él, porque la razón del hombre puede extraviarse y oponer al bien universal un bien propio ficticio: salud, riqueza, honor, etc.

    La naturaleza humana, como parte congruente con el todo de la naturaleza cósmica, es la norma de conducta, y toda tendencia natural es, por tanto, buena. Pero la naturaleza humana puede desorientarse, proponiéndose aquel bien ficticio, y entonces surge la pasión (pathos). Crisipo distingue cuatro tipos de pasiones:

    -dolor, ante el mal presente

    -temor, ante el mal futuro

    -placer, ante el bien presente

    -deseo, ante el bien futuro

    Las pasiones separan al hombre de su felicidad y le hacen correr detrás de falsos bienes materiales; a medida que el hombre se afana en la consecución de esos bienes materiales, mayor es la necesidad (ficticia) de ellos. Frente a la pasión, la virtud consiste en el autodominio y en la apatheia (impasibilidad).

    El desorden pasional proviene del error del juicio (de la inteligencia) y de una falsa opinión. La razón es culpable de este falso juicio.

    Veamos. Todos los seres poseen un impulso instintivo a su propia conservación. En los seres inorgánicos, en los vegetales y en los animales ese impulso es inconsciente. Pero el hombre se distingue por poseer razón, con lo cual se eleva el impulso natural a volición racional, es decir, a elección. Por ello, en todo lo que hace el hombre hay un asentimiento de la razón. Si la pasión se origina, por tanto, es con el asentimiento de la razón. Los estoicos intentan mostrar hasta qué punto las pasiones dependen de nosotros. El mismo Crisipo habla del prejuicio que nos hace creer que es bueno y apropiado entregarnos a la tristeza cuando muere un pariente.

    Siendo un efecto causado por un mal juicio, la pasión debe ser corregida atajando éste. Los estoicos pretenden apartar al individuo de las pasiones no por una resistencia -ascética- directa a ellas, sino por una corrección del juicio mediante máximas o sentencias razonadas (y este es el papel de la filosofía).

    -La indiferencia de los bienes exteriores.-

    Sólo la virtud es un bien. Todo lo que no sea ni virtud ni vicio, tampoco será bueno ni malo, sino indiferente. Salud, enfermedad, riqueza, pobreza, suerte o infortunio, en tanto no dependen de la virtud o el vicio, son indiferentes. Todo es nada, salvo la disposición interior que es la sabiduría. En lo que nos sucede no hay bien ni mal: es lo mismo a efecto moral (que es la índole interior del hombre) ser rico que pobre, la enfermedad que la salud. Lo que distingue al sabio del hombre imperfecto es que no tiene más apego a lo uno que a lo otro; o, por lo menos, que no tiene un apego incondicional. (Crisipo ridiculiza, consecuentemente, los mitos platónicos sobre las recompensas y castigos de la otra vida, precisamente porque, según Crisipo, la virtud es autosuficiente y nunca deseable por otra cosa que ella misma). La virtud es lo único que debe perseguirse.

    -El Cosmopolitismo.-

    Los estoicos consideran un dictado de la razón el vivir en sociedad y participar en los asuntos públicos. Todos los hombres tienen una naturaleza común, que es la razón. De ahí que sólo deba haber una ley para todos los hombres y que todos ellos tengan una sola patria. El hombre (el sabio) no es ciudadano de este o aquel Estado particular, sino del mundo.

• El utilitarismo: El utilitarismo como corriente ética aparece fundamentalmente en la obra de Jeremy Bentham (1748-1832) y de John S. Mill (1806-1876).

Según estos autores, el móvil de la conducta humana está en la búsqueda del placer, pero su adquisición no se entiende como un logro del individuo singular, sino de la sociedad: la felicidad consiste en el bienestar de los muchos .Así pues, el criterio racional que hemos de utilizar para apreciar la moralidad de un acto es la consideración de las consecuencias que se derivan de él para la felicidad humana.

Éticas deontológicas

Las éticas deontológicas son éticas que fundamentan la acción moral en el deber : Es buena moralmente aquella acción que se efectúa sólo porque es un deber el realizarla y no por otro motivo (utilidad, miedo a las consecuencias, esperanza de un premio, placer…).

• Los defensores de esta concepción han criticado de modo radical a las éticas teleológicas por su carácter heterónomo:

• « Heteronomía » significa recibir de otro la ley. Desde un punto de vista moral con este concepto se alude a que la normas moral se recibe de una instancia distinta de la persona misma: yo acato una norma moral que, aunque pueda encontrarla en mí, procede de algo externo, ya sea la sociedad con sus normas y costumbres, la religión con sus creencias y dogmas o la propia naturaleza con sus instintos e inclinaciones. En todos estos casos es la moral heterónoma porque su fuente no es el propio individuo.

• Frente a la heteronomía está la « autonomía moral » : la norma moral no sólo la encuentro e n mí sino que además procede de mí: yo me doy a mi mismo mi propia norma moral estableciéndola desde mi racionalidad : el origen y fundamento de la norma moral reside en la razón (práctica) . Los defensores de la autonomía moral suponen que e l ser humano sólo adquiere dignidad cuando se sustrae al orden natural y es capaz de dictarse a sí mismo sus propias leyes, cuando es legislador autónomo, cuando las normas nacen de sí mismo, cuando al obedecer, se obedece a sí mismo.

• Así pues, los defensores de la felicidad o del placer como principios de la vida moral quitan al ser humano su dignidad, pues aunque sea cierto que el ser humano tiende a buscar su bienestar y su felicidad, esto es algo que también hacen los animales y, por tanto, si queremos que nuestra vida no se reduzca al nivel de lo puramente animal no podemos reducirla a algo que no supera las tendencias instintivas y naturales, como es la utilidad, el placer o la felicidad.

• Las éticas deontológicas, por tanto, sostienen que el deber que motiva la acción moral proviene de la norma moral que, a su vez, encuentra su origen y fundamento en la propia razón humana.

• A lo largo de la historia ha habido diversas doctrinas éticas deontológicas, pero la más importante es la ética del filósofo alemán I. Kant (1724-1804):

• La ética kantiana se estructura en torno al principio de actuar conforme al deber, el cual se determina en función de criterios estrictamente racionales.

• Esta ética no dice lo que hay que hacer en cada momento o situación sino que nos proporciona la FORMA (la estructura racional) que debe tener cualquiera de nuestros actos para que sean morales: sólo se indica un motivo formal a la voluntad, válido para todo hombre y para cualquier ocasión.

• La ética de Kant pretende, por tanto, ser universal y necesaria: en ella no cabe el interés propio ni el egoísmo, sino sólo la buena voluntad de actuar de acuerdo con el deber.

• A esta ética llama Kant «formal» y «autónoma», mientras que considera que las restantes son «materiales» y «heterónomas», por cuanto en ellas la voluntad humana se determina a obrar por motivos prácticos y no por motivos estrictamente morales.

• Así, si queremos una ética universal que valga para todos y para todo tiempo, una ética para la cual lo que es bueno o malo no depende del momento o de las circunstancias o del interés individual, entonces tenemos que fundamentarla en un principio al que Kant denomina IMPERATIVO CATEGÓRICO y que formula del siguiente modo:

• « Obra sólo según aquella máxima que puedas querer que se convierta, al mismo tiempo, en ley universal ».

• « Procede de modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de los demás, siempre como un fin en sí mismo y nunca como un medio » .

La ética de J.P Sartre

El punto de partida de la ética sartreana es la afirmación de que en el hombre la existencia precede a la esencia. Para explicarlo con claridad, Sartre nos ofrece una serie de ejemplos: supongamos un objeto fabricado (una silla). Es evidente que este objeto ha sido fabricado por un artesano que se ha inspirado en una idea sobre cómo es este objeto.Por lo tanto, podríamos decir que el conjunto de recetas y de cualidades que permiten producir y definir, por ejemplo, una silla, son la esencia; y que tal esencia precedería a su existencia ya que, antes de existir, fue una idea en la mente del artesano que lo produjo.

Contrariamente, el hombre empieza a existir, es decir, se encuentra y surge en el mundo, y, después, es cuando se define y se hace, el hombre comienza por no ser nada. Sólo será después y será tal como se haya hecho. Como decía Antonio Machado: caminante no hay camino, se hace camino al andar. Del mismo modo, para el existencialismo de Sartre no hay naturaleza humana porque no existe ningún Dios que la haya concebido en su esencia. Esto implica que será lo que él quiera ser.

El hombre es un proyecto que se tiene que vivir subjetivamente y, en este sentido, es totalmente diferente a otras realidades que también existen, como, por ejemplo, un árbol,, una podredumbre o una coliflor, ya que éstas realidades en ningún momento pueden proyectar su vida en un porvenir. El hombre, por tanto, dado que existe como un proyecto a realizar, será ante todo lo que habrá proyectado ser. Pero, además, desde el momento en que el hombre es un proyecto a realizar, él mismo se constituye en el RESPONSABLE total de su existencia. Y cuando, según Sartre, el existencialismo afirma que el hombre es responsable de su existencia no lo es únicamente de la suya individual sino que también es responsable de todos los hombres.

Según Sartre, el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, por otro lado, es libre , porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace y está obligado a hacerse a sí mismo.

Lo que elegimos es siempre lo que consideramos un bien para nosotros y, al elegirlo, nada puede ser bueno para nosotros sin serlo para todos. Por todo ello, nuestra responsabilidad es mucho mayor de lo que podríamos suponer, pues compromete a la humanidad entera. Para explicar lo que acaba de decir, Sartre, hace referencia a una serie de ejemplos: habla de obrero que elige adherirse a un sindicato cristiano en lugar de a uno de clase. Pues bien, según Sartre, con esta elección, se estaría afirmando que la resignación es lo que conviene no solamente a él, que ha elegido esa opción, sino a todo hombre. Con su acto, el obrero ha comprometido a toda la humanidad. Del mismo modo, si decido casarme, tener hijos, etc, no me encamino yo solamente, sino que encamino a la humanidad en la vía de la monogamia. Sartre piensa que eligiéndose uno a sí mismo, elige también al hombre .

Y esta elección la realiza cada hombre en el más completo desamparo, pues no valen los preceptos generales y universales de que hablaba Kant. La moral ha de ser una invención nuestra, que arranca de la situación concreta en la que el hombre se halla y en la que la norma se ajusta a la situación y a la realidad particular. Pero aunque la elección es radicalmente individual el hombre es responsable ante lo demás hombre de sus elecciones.

. Éticas dialógicas

• Las éticas dialógicas sostienen que las normas morales han de ser fruto de un acuerdo basado en el diálogo argumentativo en condiciones de igualdad entre personas racionales y libres. Las éticas dialógicas son, por tanto, éticas de la comunicación, del discurso, que sitúan los mandatos que constituyen el deber en las normas que resultan del acuerdo al que hayan llegado después de haber argumentado racionalmente cada uno de ellos en defensa de su posición.

• A diferencia de Kant, los filósofos de esta corriente, fundamentalmente K. O. Apel (1922-) y J. Habermas (1929-), entienden que no es una sola persona quien ha de comprobar si una norma es universalizable, sino que han de comprobarlo todos los afectados por ella, utilizando la razón discursiva , es decir, el diálogo racional. En este sentido, hablan de una “ comunidad ideal de diálogo ” como un espacio de discusión que no admite la represión o la desigualdad.

Habermas propone como reglas del discurso las siguientes:

• Cualquier sujeto capaz de lenguaje y acción puede participar en el discurso.

• Cualquiera puede problematizar cualquier afirmación .

• Cualquiera puede introducir en el discurso cualquier afirmación.

• Cualquiera puede expresar sus posiciones, deseos y necesidades.

• No puede impedirse a ningún hablante hacer valer sus derechos, establecidos en las reglas anteriores, mediante coacción interna o externa al discurso.

• En las éticas dialógicas el hombre moralmente bueno es aquel que se halla dispuesto a resolver las situaciones de conflicto mediante un discurso argumentado, un diálogo encaminado a lograr un consenso y se haya dispuesto asimismo a comportarse como se haya decidido en ese consenso.

• La justificación de las normas morales proviene, por tanto, del acuerdo racional y se establece en función de dos principios:

• Universalización : una norma será válida cuando todos los afectados por ella puedan aceptar libremente las consecuencias y efectos secundarios que se seguirían, previsiblemente, de su cumplimiento general para la satisfacción de los intereses de cada uno.

• Ética del discurso : sólo pueden pretender validez las normas que encuentran (o podrían encontrar) aceptación por parte de todos los afectados, como participantes en un discurso práctico.

• Así pues, una norma es aceptable sólo en el caso de que todos los afectados por ella estén de acuerdo en darle su consentimiento porque satisface intereses universalizables (y no meramente los intereses de un colectivo o de un individuo).

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Author: Arielle Torp

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